El origen de la palabra "bordado" parece guardar relación con la palabra "borde", haciendo referencia al lado de la tela que se adornaba con ribetes decorativos. El origen del bordado se pierde en una antigüedad imprecisa.
En el País Vasco, los bordados en punto de cruz de los que tenemos constancia adornaban las prendas que formaban parte de dos tipos de ajuar: el ajuar doméstico, que comprendía la ropa que vestía la casa, y el ajuar litúrgico, al que pertenecían las prendas destinadas a las ceremonias de culto religioso. Ambos ajuares, además, estaban relacionados con dos ritos del ciclo vital que constituían dos de los acontecimientos más importantes de la vida: el matrimonio y la muerte.
El ajuar doméstico era una parte de la dote matrimonial. Provenía de los padres de la novia y estaba formada por el conjunto de enseres, bienes y propiedades, según el estatus social y las posibilidades económicas, que la novia aportaba al nuevo hogar de residencia de carácter patrilocal -- pues pasaba a vivir con la familia del novio si no era ella la heredera -- como sostenimiento del matrimonio.
Eran parte de este ajuar doméstico las prendas textiles del arreo. Las que se decoraban con el bordado a mano en punto de cruz en el caso vasco eran los revestimientos de las camas: las fundas de colchón (oheazalak) y las fundas de almohada (burukoazalak). La ohazala, oheazala, era una funda o cobertor de lino que contenía una especie de colchón de hojas de maíz o de lana de oveja. Se decoraba con motivos geométricos bordados en hilo de algodón y dispuestos en una franja a lo largo de uno de los laterales de la pieza; concretamente el costado más largo y visible, pues la disposición de las camas era contra la pared, y el de abajo, se adornaban con borlas y cintas de cierre. La burukoazala o funda de almohada llevaba también el bordado de la franja en uno de los lados, haciendo juego con el motivo de la ohazala y como esta se cerraba con cintas.
Estas prendas del ámbito doméstico eran de carácter privado pero se mostraban en el momento en que la boda tenía lugar, ya que entonces el arreo era trasladado hasta el nuevo domicilio en un carro, junto con los útiles de hilar y trabajar el lino, y la cama vestida. El ajuar era entonces objeto de una exhibición pública y ritualizada con arreglo a unas pautas establecidas. Se exponía como manifestación de la condición social de la nueva pareja y como muestra de las cualidades de la mujer y se hacía un recuento pormenorizado de toda la ropa que la novia portaba, enumerándola a viva voz por conjuntos de prendas. Una enumeración en la que algunos autores han visto una equiparación entre el recuento de prendas y enseres y el balance de las cualidades de la mujer, subrayándose así una vez más los marcados valores de género. Con el tiempo, esta forma quedó reducida a mostrar el ajuar a otras mujeres en la casa de la novia.
Las prendas del ajuar doméstico se mantenían a lo largo de varias generaciones, a veces sin haber sido estrenadas. Era una costumbre la inclusión en el arreo de alguna pieza o piezas antiguas de valor, provenientes de generaciones anteriores. Estas prendas se legaban en los testamentos a los parientes, tanto como contribución a la economía de los herederos, como en muestra de afecto.
En lo que respecta al significado que pudieron tener estos motivos, existen varias interpretaciones. Algunas apuntan a que las decoraciones geométricas serían esquematizaciones de elementos vegetales y animales propios de un tipo de cultura ancestral, en la que estos tenían un carácter mágico y protector, que con el tiempo y al derivar hacia otro tipo de sociedad, fueron perdiendo sus formas originales hasta convertirse en motivos geométricos. Para otras, sin embargo, no existe ninguna conexión cultural entre los motivos y su razón de ser. Desde esta perspectiva, la preferencia por los elementos geométricos, junto a la escasez de los elementos naturales, obedecería a una limitación propia del material textil y del bordado a punto de cruz, que dejan poco lugar para las líneas redondas y curvas y para el detalle preciso. En todo caso, esta aparente simplificación de la forma buscaba la armonía en la combinación de los elementos geométricos.
Mariasun de Miangolarra, Eva M. Elorza (2017)