En los momentos que preceden a la muerte, el moribundo recibía los últimos sacramentos que le preparaban para un buen tránsito a la otra vida: el viático, que consistía en la administración de la comunión, y la unción de los enfermos o aplicación de óleo santo en la frente y en las manos.
El viático era anunciado con una campana desde la salida de la iglesia y se formaba una comitiva formada por el vecindario que en procesión llegaba hasta la casa del difunto. Allí, el sacerdote se dirigía al enfermo con esta admonición: «Aquí están presentes tus familiares y vecinos; todos deseamos que te recuperes o que, por lo menos, tengas una buena muerte; y te pedimos perdón por el mal que alguna vez te hemos podido hacer» (Ritos funerarios en Vasconia).
En este caso en concreto, este farolillo es cuadrangular con los bordes y la base de hierro, rematado por una pieza de hierro que se estrecha hasta terminar en forma rectangular con diversos orificios alineados y con formas diversas: corazones, pirámides, círculos... Sobre el remate se encuentra el asa. Una de las paredes laterales se abre a modo de puerta. En el interior, sobre la base, sobresale una pieza cilíndrica para colocar la vela.