Colección de cromos compuesta por ejemplares de distintos tamaños, temáticas y procedencia editorial, si bien todos ellos están impresos en cromolitografía y troquelados por el perfil de la imagen representada, presentando, además, en su mayoría, ligero relieve y barniz. Una parte de ellos presentan también brillantina, lo que les daba mayor valor en el juego.
Reproducen imagenes de niños, animales, plantas, escenas religiosas...Ingresan contenidos en una caja de cartón ovalada forrada con papel impreso con motivos florales y con restos de un lazo en la tapa.
Cromos de palmar o picar, empleados para juegos infantiles diversos, con el fin último de acumular y coleccionar.
El coleccionismo de cromos tiene sus orígenes en las primeras décadas del siglo XIX, pero no será hasta la segunda mitad de la centuria, con la invención y expansión de la cromolitografía, cuando adquiera su auténtica carta de naturaleza. Se dice que fueron los panaderos y reposteros alemanes quienes empezaron a utilizar estas pequeñas ilustraciones en la decoración de las tartas y bizcochos elaborados para las ocasiones especiales, una iniciativa que, visto el éxito con que fue acogida por el público, pronto secundaron otros fabricantes, sobre todo de chocolates, dulces y tabacos. La belleza y calidad de estos cromos impulsó al coleccionismo, comenzando por utilizarlos para decorar aquellos característicos álbumes que recogían los escritos, pensamientos y vivencias de las jóvenes damas de la época victoriana, para terminar convirtiéndose ellos mismos en los protagonistas exclusivos de aquellas páginas, donde eran pegados con mimo en ordenadas y artísticas composiciones fruto del gusto personal cada uno. Su indiscutible magia acabó enganchando a las nuevas generaciones y el público infantil se impuso como su principal destinatario.