Según la documentación fotográfica de la obra [Sin título] de 1990 del artista Pepe Espaliú, disponible en el catálogo online de la Colección Artium, esta consta de tres elementos: un objeto de madera de forma rectangular y disposición vertical, y dos elementos de bronce, aparentemente idénticos, que representan un par de botas o extremidades inferiores de un cuerpo. Uno de los dos elementos de bronce está dispuesto sobre el objeto de madera, que aparece inclinado y hace funciones de peana. El otro apoya en el suelo junto a la base del rectángulo de madera. La obra se presta a ser leída según, al menos, tres modelos de lectura: 1) Una lectura erudita de la obra la situaría en una cadena de citas e influencias dentro de la historia del arte occidental del siglo XX. La cadena iría desde la pintura surrealista La Modèle rouge [La modelo roja], 1935, de René Magritte, que muestra unos zapatos convertidos en pies (y que, a su vez, se ha interpretado en relación con el cuadro Un par de zapatos, de 1886, de Van Gogh), hasta las inquietantes esculturas de piernas con zapatos de Robert Gober de finales de los ochenta, que, al igual que el trabajo último de Espaliú, se han relacionado con la crisis del sida. Pasando por la fotografía en color Feet of clay [Pies de barro] de Bruce Nauman, de su serie de juegos de palabras visuales, de finales de los sesenta. La presencia de catálogos de todos estos artistas en la biblioteca personal de Espaliú nos animaría a hacer esta lectura. 2) Una lectura sintomática de la obra [Sin título] de 1990 nos llevaría a buscar en la obra aquello que reprime, lo que no dice. Este modelo de lectura, fuertemente enraizado en el psicoanálisis y que ha dominado la crítica cultural a partir del posestructuralismo, ha determinado los discursos en torno al trabajo de Espaliú. Según este modelo, la obra es siempre signo y metáfora de lo que no está, de los aspectos más íntimos y existenciales del artista. 3) Por último, una lectura superficial de la obra, la que quiero primar aquí, supone atender a lo visible y manifiesto en la misma. Un detalle de las diferentes fotografías de la instalación del [Sin título] de 1990, incluidas en la documentación de la obra, salta a mis ojos: la aparente variabilidad del grado de inclinación del conjunto escultórico. Quizás mero efecto fotográfico, quizás contingencia del montaje, a mis ojos, el grado de inclinación del elemento de madera vertical, sobre el que se posa uno de los pies de bronce, varía en cada exposición de manera leve y caprichosa. De ser así, esta circunstancia apuntaría tanto a la azarosa vida expositiva del objeto escultórico como a nociones de equilibrio físico e inestabilidad, que sabemos interesaban al artista. De ser así, el grado de inclinación variable de la obra sería también la medida de su vida emancipada.
Aimar Arriola
Exposición El arte y el Sistema (del arte). Acto 1. Colección Artium, 2017
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En [Sin título], de 1990, la materia pesada se asienta sobre la tierra, pisa con fuerza aferrándose a la vida, sabiendo que esa vida se puede romper en cualquier momento. Espaliú como hechicero crea el símbolo en una ceremonia de arte y magia en la que el oscuro bronce se muestra más luminoso que la propia luz. El par vacío se rinde y soporta al elevado par vacío. Entre ellos un material efímero como la madera es el único testigo de su unión. Se rinden a lo inevitable pero intentan salvar el momento, su única esperanza. El amor como búsqueda de esa sujeción, para suplir en el otro la propia falta o intentar suplir la falta del otro, pero qué más da, si somos pasto del destino. Pasivo y activo, amante y amado. Uno inclina y el otro se deja inclinar. Manda un equilibrio cercano siempre al desequilibrio. En cualquier momento todo se puede truncar, un simple soplo de aire puede echar a perder esa estabilidad, ese último equilibrio.
Eider Intxausti Catálogo
ARTIUM: La colección, 2004
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En diciembre de 1992, un año antes de su muerte, Pepe Espaliú (Córdoba 1955-1993) escribió un artículo titulado Retrato del artista desahuciado, en el que hacía pública su condición de homosexual y reconocía padecer el SIDA. Espaliú, en un tiempo en el que el VIH era un terrible estigma -castigo divino, garantía de aislamiento, seguro de muerte- hace de su convivencia con la enfermedad el centro de su creación artística e inicia desde la notoriedad que le da su profesión un camino de denuncia que luego otros también tomarían. «Quizás esta vez, y me es indiferente si se trata de la última, mi hacer como artista tiene un sentido pleno». [Sin título] seguro puede «sentirse» de diversas maneras y quizás de todas ellas: la ausencia, el vacío; la existencia en difícil equilibrio, en riesgo siempre de caer; o, al contrario, la protección, la seguridad frente a un mundo que excluye «nuestra diferente forma de ser y de amar». Esta escultura [Sin título] de Espaliú fue adquirida por la Diputación Foral en 1997. Como una de las piezas centrales de la Colección Artium, hoy puede verse en la exposición El arte en la Sala Sur del Museo.
Antón Bilbao
El museo de papel, 02/04/2018
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Esta es la única obra de la exposición en la que deliberadamente no se incluye la presencia humana, funcionando ésta como un «ausente presente», que nos remite al paso del tiempo durante la enfermedad, que el propio artista vivió en su lucha contra el sida. Manda un equilibrio cercano al desequilibrio. En cualquier momento todo se puede truncar, un simple soplo puede echar a perder esa estabilidad, ese último equilibrio.
Blanca de la Torre y Ricardo Ramón Jarne
Exposición La No Comunidad, 2018