En la tabla central, la Virgen tiene al Niño en su regazo, y muestra un rosa en su mano derecha, que el Niño, jugando, trata de alcanzar, éste viste una túnica blanca y cruza las piernas. La Virgen, de gesto sereno y melancólico, lleva el cabello, largo y ondulado, suelto sobre su pecho. Viste una larga túnica con una abundante tela roja -ocupando casi la mitad de la superficie de la tabla- que, haciendo numerosos pliegues a sus pies, se extiende sobre un suelo cubierto de hierbas, pintadas con detalle y fidelidad. Tras ellos se observa una amplia panorámica donde se representan varios navíos en un puerto, un castillo, un río que desemboca en el mar y en tierra un terreno boscoso y escarpado. El paisaje encuentra continuidad en las tres tablas.
En la tabla izquierda se representa a Santa Catalina, coronada y en pie, su figura ocupa casi toda la tabla, con su mano izquierda sostiene el libro que lee y su mano derecha se apoya en la empuñadura de la espada, ricamente decorada, lleva un suntuoso vestido rojo con estampados brillantes y una capa forrada de piel de armiño. En el postigo derecho Santa Bárbara girada hacia la tabla central muestra una pluma, y sostiene con la mano derecha una torre de tres cuerpos, en cuyo interior puede distinguirse un cáliz con la sagrada especie, que es el otro atributo que la distingue.
El tríptico, de buena factura técnica, es atribuido al Maestro de Fráncfort, se le denomina así porque varias pinturas conservadas en dicha ciudad se consideran de la misma mano, no obstante, se sabe que trabajó en Amberes entre 1490 y 1520, donde tuvo a su cargo un gran taller. Siguó el estilo y las composiciones de los grandes maestros flamencos como Rogier van der Weyden, Robert Campin y Hugo van der Goes. Por el conjunto de obras que se le atribuyen, unas cincuenta, se observa un cambio de estilo hacia el llamado "manierismo de Amberes".
La composición de la madre con el Niño, es muy similar a una tabla conservada en el Museo Chrartreuse en Douai, que debió pintarse después de 1506, de autor desconocido. Se trata de una copia de una composición de Robert Campin, hoy perdida. Éstas y otras copias como la de la Colección Manuel de la Rosa en Madrid (ya del siglo XVI) o la del Museo de Bellas Artes de Huesca, atestiguan la fama de esta obra de Campin. La de Orduña mantiene la figura de la Virgen y el Niño, de muy similares rasgos y disposición, pero el fondo cambia por un paisaje.