Los Caprichos, que empezaron a gestarse en 1797 y se ultimaron en 1799, son parte esencial en la obra de Goya y la primera colección de estampas que realizó con el fin de ser vendida como una serie. Constituyen una crítica, a menudo abiertamente mordaz, sobre aspectos políticos, religiosos y sociales de la época.
Fue concebida como una penetrante sátira de las lacras de la época, que con frecuencia también denunció el pensamiento ilustrado. Entre ellas, la ignorancia y la mala educación, los matrimonios de conveniencia, la prostitución, la brujería y la superstición, así como los comportamientos licenciosos de la nobleza y el clero. Como inspiración indirecta para la serie se ha hablado de las estampas satíricas inglesas y de las ideas ilustradas que compartió con su amigo el poeta Leandro Fernández de Moratín.
Para algunas estampas Goya se basó en dichos populares y refranes. En otro grupo, conocido como las "asnerías", utilizó la personificación en animales para poner de relieve comportamientos necios, injusticias sociales o el mal ejercicio de algunas profesiones, de las que Goya no salvó ni siquiera la de pintor.