La arquitectura define los lugares que habitamos. A ella le debemos en gran medida el confort y la incomodidad, los aciertos y los errores, la belleza y la fealdad de los volúmenes y los espacios que ocupamos y en los que nos desplazamos. Hay pocas cosas que incidan de manera tan acusada en el modo y la calidad de nuestro existir y quizás por ello es objeto de alabanzas y denuestos. Eduardo Chillida (Donostia, 1924-2002), arquitecto «inconcluso», realizó numerosos «elogios» a la arquitectura, de la que bebió y a la que influyó, muchos en acero, otros en alabastro, siempre bellos, poéticos. Este, en concreto está realizado mediante forja de acero corten, y está integrada por tres elementos que se asemejan vagamente a edificios, con sus volúmenes y aberturas, dispuestos sobre su base con cuidado de urbanista. Elogio de la arquitectura XIV fue adquirida por la Diputación Foral en 2009 y desde entonces, y como parte de la Colección Artium, se encuentra instalada al aire libre, junto a la entrada de la Biblioteca del Museo, en permanente diálogo con obras de otros dos genios del arte del siglo XX, Richard Serra y Jorge Oteiza.
Antón Bilbao
El museo de papel, 26/03/2018