Esta pequeña tabla, junto con otros tres fragmentos, constituyen las portezuelas de un retablo-tabernáculo medieval. Es una obra devocional y fue encargada por algún noble local, quizá de la familia de los Guevara, para la parroquia de San Cristóbal Heredia. Allí se expuso durante años, hasta que en el siglo XVII se reaprovechó en el retablo barroco de la ermita de San Bartolomé de la misma localidad. Las piezas fueron descubiertas en 1996 y trasladadas al museo en 1999. El montaje expositivo actual pretende evocar su estructura original: las portezuelas con pinturas eran piezas abatibles que se abrían y cerraban para mostrar o cobijar una talla de San Cristóbal bajo un dosel, ahora perdidos.
Las pinturas conservadas narran varias escenas de la vida de San Cristóbal según la Leyenda Dorada y este fragmento representa al rey Daño entronizado acompañado de su consejero. Según el fantástico relato, el monarca mandó encarcelar y martirizar a San Cristóbal y entre muchas torturas, los soldados le lanzaron 400 flechas. Una de ellas, visible en la pintura, se volvió milagrosamente y se clavó en el ojo del rey dejándole ciego. Finalmente San Cristóbal murió y el monarca sanó de su ceguera gracias a los consejos del propio santo. Por ello se convirtió al cristianismo y redactó un edicto contra la blasfemia; es el largo pergamino que sostiene el consejero.
Las figuras se sitúan en un espacio interior, con un suelo de baldosas que marcan una sencilla perspectiva y con un rico fondo dorado decorado con pámpanos y vides. El estilo de la pintura es detallista, las formas están bien definidas por finos contornos, visibles por ejemplo en los rostros, la barba y las manos. Predomina lo lineal y las figuras son planas y con poco tratamiento volumétrico. El color es vivo y poco variado: el azul, el marrón y las carnaciones contrastan con el oro brillante. Todos estos rasgos formales, junto a las vestimentas representadas en todo el conjunto pictórico, hace situar la obra en un gótico tardío, realizada por algún taller afincado en la llanada alavesa a finales del siglo XV.
Se trata de uno de los muy pocos retablos-tabernáculos dedicados a San Cristóbal que existen en toda Europa y constituye una muestra de una tipología de retablo que fue bastante habitual en Castilla pero que ahora se conservan fragmentados.